martes, 30 de junio de 2015

Temps mort.

Resultaba peligroso el simple hecho de que el tiempo se parase, o incluso que se ralentizara apenas dos segundos. Cuando en el mundo sonaba un silencio perdido en la partitura del caos y el frenesí, cualquiera escucharía el latir del corazón propio; la sangre corriendo por las venas, sedienta de vida o el aire entrando y saliendo de los pulmones.
Sin embargo, ella sentía en la boca de su estómago al monstruo que llevaba dentro mientras bailaba ritmos primitivos. El monstruo rugía y subía hasta su garganta amenazando con dejar salir uno de sus alaridos desesperados para luego seguir subiendo hasta sus ojos para dejar salir toda su tristeza.
Aquel monstruo gris era muy fácil de ignorar cuando el mundo se encontraba en movimiento y contenerlo era una necesidad para poder sobrevivir a la gente. Al pararse el tiempo, ella se rompía en mil pedazos poseído por aquel ser, que era su ser; que era su yo cohibido, que era su peor enemigo.
Cuando el reloj se paraba aparecían mil motivos para temer a los monstruos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario