Me perteneces. Lo sé en el momento en que mis dedos recorren tu espalda, tu torso, bajan, suben y nunca se cansan de perderse en el mapa de tu piel.
Y es entonces, cuando sobra la ropa, cuando empieza ese vaivén que se acelera con cada latido y entramos en un torbellino de pasiones que muerden, besan, lamen, arañan, sudan, gimen, estallan y vuelven a morder. Que me olvido, me olvido, mi amor, todo se descoloca, y el mundo se limita a las sábanas que nos empeñamos en deshacer.
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