miércoles, 15 de mayo de 2013

Te adoro.

Te quiero y te amo por infinidad de motivos, la gran mayoría relacionados con tu manía de ser perfecto y hacerme sentir un verdadero ideal, pero la razón por la cual te adoro podría resumirse en un punto concreto.  Eres de esa clase de personas que le hacen falta al mundo. De las que siempre tienen una sonrisa que mostrar, una broma que decir, un beso que dar, eres de esa clase de personas que sirven de excusa para alegrarte el día. Aportas todo lo que el mundo necesita en estos tiempos locos, donde la capacidad de amar escasea y ya hasta resulta difícil también dejarse amar. Pero es que con sólo mirarte a los ojos uno cae rendido al encanto de esa inocencia, de esa dulzura, que se envuelven en un halo de misterio, y todo se presenta danzando alrededor de tu cuerpo, se desliza, todo emerge y estalla. Eres un torbellino de sentimiento que sólo puede causar fascinación. Qué remedio me queda sino adorarte.
Y me sacias aún siendo insaciable, me calmas y cómo no, me sorprendes. Eres como ese día cálido y despejado en pleno diciembre, como esa canción especial que suena de pronto en la radio, eres el primer chapuzón del verano, y ante todo, eres todas y cada una de esas obras de arte que emergen durante los momentos más oscuros de la historia.
Único, especial, necesario, eres tú. Tú, tú, eres tú en todas tus formas, eres tú a cada minuto y siendo tú, sólo puedo adorarte. 



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