lunes, 4 de junio de 2012

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Lo peor de todo es que sigo siendo la misma. Lo peor es que me he esforzado en cambiar, ¡oh, que si me he esforzado! No sabes cuánto... Me he dejado la piel en eliminar esos defectos de más, los que me hacen vulnerable, los que resultan insoportables... Créeme cuando te digo que me he dejado la piel, y duele saber que no es suficiente. Duele pensar que el paso del tiempo no hace si no empeorar la situación.
Porque lo peor de todo es que sigo siendo la misma. Sigo siendo la misma niña torpe, la insegura, la que no sabe qué hacer, sigo siendo la niña que sobra, un pez fuera del agua, sigo siendo la niña perdida a la que nadie consigue entender. Y sigo temiendo a los mismos monstruos, a pesar de que hace tiempo dejé de creer en las hadas; esta vez no tengo la fe que ellas me proporcionaban. Sigo fallando, sigo errando, la sigo cagando... y no puedo hacer nada.
Sigo siendo imperfecta a más no poder... y duele saber que eso no es suficiente.
Pero, lo peor de todo todo, lo peor dentro de lo peor, es no dar la talla. Porque allí fuera hay gente que me quiere, no estoy sola, y que ellos se merecen algo mejor. No se merecen a una niñata debilucha, a una pequeña, a una tonta, no, no se lo merecen... dios, ojalá no supiera defraudarles, ojalá fuera aquello que todos ellos desean.
Y yo digo... ¿por qué me cuesta tanto? ¿Acaso es tan difícil? ¡Por qué, joder, por qué! Estoy harta de mí misma... y duele.
Hay días en los que no puedo evitar odiarme, en los que daría cualquier cosa por dejar de ser quien soy, hay días en los que desaparecer se me presenta como un lujo.



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