martes, 21 de agosto de 2012

Ojalá.

Ojalá pudiera resistirme a tu mirada, tan magnética, tan profunda, tan atrevida... Esa mirada ardiente que atrapa, que atraviesa ansiosa mi alma. A ese amor que derrochas y se rebosa en tus pupilas, que altera, mi amor, que hipnotiza... que me paraliza entera. Ojalá pudiera ignorar la sensación que me produces cuando rozamos piel con piel. Y tus manos, ¡tus manos! juraría que me derrito en tus dedos cuando, caricia a caricia, descubres en mis curvas los secretos que a ti te reservo. El mundo se detiene en el momento que me acercas a tu cintura, temeroso del poder de la energía que eso irradia. Ojalá pudiera controlarme, ojalá pudiera escapar del dulce encanto que conjuras, mas nunca podré... tu esencia me invade, vences cuando los ojos cerramos; cedo cuando suspiras y ardes sobre mi piel. Ojalá calmara alguna vez la sed de tus adictivos besos, que se pierden deseosos por los recovecos de mi ser, haciéndome temblar cuando encuentran mi cuello, mis caderas, mi ombligo, mi pecho; mi cuerpo se estremece, se nublan mis sentidos y despiertan a la vez. Ojalá pudiera no reír cuando te muerdo, ojalá pudiera no morderte y no sucumbir a tu sabor. Cada célula se impregna inevitablemente de tu olor... bendito perfume que me emborracha, y es que, amor, amor mío, me pierdo, me tientas, mi corazón estalla, y juro que ganas la batalla cuando suspiro yo también. Ojalá no sintiera que la ropa sobra cuando entonces me abrazas, con esas ganas, y esa fuerza que sólo tú tienes. Y ojalá pudiera mantener la cordura cuando, en un susurro, dices que me quieres.



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